lunes, 4 de junio de 2012

Eres Reina!

Sólo te conozco de unos minutos, y te llevo en la mente y en la oración. Me quiebro cuando pienso en ti. Sé que me escuchas, sé que quisieras hablarme. Dios es bueno -te digo-, pero su bondad me rebalsa a tal punto que no entiendo las acciones de Dios. Sólo sé que no eres indiferente, pero igualmente no te entiendo, Dios.
Ella tiene dos hijos, le llaman Reina. Su padre les ha enseñado que su madre es la reina, y le llaman así. Sé que ella escucha y les mira con agrado cuando sus reflejos se lo permiten y sus cuerdas vocales pueden convertirse en voz audible a través de su boca.
Experimento la impotencia con más fuerza otra vez. La mudez. Me vuelvo a quedar sin palabras, no sé que decir, que hablar. Sólo sé que que ella tiene mucho que decirme y yo quiero escucharte, quiero saber que tengo que aprender, que tengo que hacer, que tengo que vivir.
Sólo si pudiera ser menos tonto y sordo para entenderte, tu sonrisa me haría sonreír, y sería feliz.
Quedo en ti, Reina!