sábado, 31 de octubre de 2009

01 de NOVIEMBRE: Los seres que nos han dejado. ¿LOS SANTOS?

Uno de los autores que más ha reflexionado sobre el amor y la muerte, desde su fe cristiana, es el filósofo Gabriel Marcel. Ya en edad avanzada el escritor francés escribía:

“Hay una cosas que he descubierto después de la muerte de mis padres y es que lo llamamos sobrevivir, en realidad es sub-vivir, y que aquéllos, a quienes no hemos dejado de amar con lo mejor de nosotros mismos, se convierten en bóveda palpitante, invisible, pero presentida e incluso rozada, bajo la cual avanzamos cada vez más encorvados, más arrancados a nosotros mismos, hacia el instante en que todo quedará sumido en el amor”.
El comienzo del mes de noviembre está asociado con el recuerdo de los seres queridos que han muerto. El eje de este recuerdo es la fiesta de todos los santos. Es una celebración antigua de la Iglesia, que inicialmente significaba un recuerdo colectivo de los mártires de la Iglesia; posteriormente pasó a ser una celebración conjunta de todos los santos, y al mismo tiempo, se añadió un significado nuevo: la fiesta de todos los santos vino a ser también una celebración del santo desconocido, de aquellos hombres y mujeres, que no han sido llevados a los altares, pero cuya vida fue un gran testimonio de coherencia.

(...)En el evangelio hemos escuchado el relato de las Bienaventuranzas, en que Jesús aparece como el nuevo Moisés, subido no en el monte Sinaí, sino sobre el monte sencillo de las Bienaventuranzas. Se nos quiere decir que esa inmensa multitud ha luchado en la vida por realizar el mensaje de Jesús, que ya no se limitó a cumplir el Decálogo, sino que ha luchado por vivir las bienaventuranzas. Un teólogo, Von Balthasar, ha escrito que “los santos son respuestas de arriba a las cuestiones de acá abajo”. Es una gran verdad: en momentos críticos de la historia de la Iglesia y de la humanidad, la Iglesia ha contado siempre con grandes cristianos que han dado una respuesta a las cuestiones de acá abajo. Hay muchos ejemplos, Francisco de Asís, Catalina de Siena, Ignacio de Loyola, Juan de la Cruz, Teresa de Ávila… Ante los grandes santos, se dan en nosotros dos actitudes antagónicas: por una parte su autenticidad nos atrae, nos fascina, nos empuja a imitarlos… Es lo que decía I. Loyola antes de su conversión: “S. Fco de Asís, S. Domingo, hizo esto… pues yo lo tengo que hacer”.
(...)“Los santos son respuestas de arriba a las cuestiones de acá abajo”. Pero acá abajo, no sólo hay cuestiones fundamentales y momentos críticos en que se hace necesaria la respuesta de esos grandes hombres y mujeres. En la trama de la vida hay muchas cuestiones pequeñas que también necesitan una respuesta de arriba. Y aquí es donde está esa inmensa multitud de hombres y mujeres de toda raza, cultura, edad y condición, que también han sabido dar respuesta a las interrogantes del día a día. Ahí está esa inmensa multitud de santos anónimos o desconocidos. Porque todo cristiano está llamado a la santidad, a vivir con coherencia el mensaje de Jesús. La santidad no es únicamente meta de aquéllos que han abrazado la vida religiosa o el sacerdocio. También son respuesta de arriba tantos padres de familia; tantas madres que han sido ese rincón caliente y callado en que los hijos han encontrado siempre amor y desinterés. Y tantos otros que han luchado por vivir su fe y seguimiento de Jesús en los más diversos lugares de trabajo, desde los más complejos hasta los más sencillos… todos ellos han sido respuesta de arriba a las cuestiones de abajo. Y tantos otros que han vivido las contradicciones inseparables de la condición humana, que han luchado en el día a día, a pesar de sus fallos y caídas, para vivir el seguimiento de Jesús. Se ha escrito que los verdaderos santos no son los que nunca cayeron, sino los que siempre se levantaron.

La santidad no consiste en la inocencia que nunca se pierde; se construye sobre muchas cicatrices que se ha tenido que curar, sobre ruinas, pequeñas o grandes, que ha habido que reparar. La santidad se construye no tanto sobre el no pecar, sino sobre el mucho amar, el mucho luchar, sobre el mucho sentirse perdonado. (...)
Fr.L.N.N.