sábado, 11 de julio de 2009

La perezosa lucha contra el cambio climático

La lucha contra el cambio climático es una amenaza global, pero hasta el momento los países han fracasado a la hora de enfrentarse a él de forma unitaria (...).

La larga batalla contra el cambio climático comenzó en la famosa cumbre de Río de Janeiro en 1992, que ya exigía a la comunidad internacional medidas concretas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Tuvieron que pasar cinco años hasta que el Protocolo de Kyoto pusiera en limpio esas directrices. Los países que ratificaron el protocolo se comprometieron a reducir en un 5,2% global (lo que implica que algunos estados debían efectivamente reducir sus emisiones y otros tenían «permiso» para aumentarlas) conforme a las toneladas de CO2 y otros gases de efecto invernadero emitidas en 1990.

Hay que saber que el Protocolo no entró en vigor hasta 2005. Ocho años de espera para reducir en un porcentaje exiguo las emisiones de C02 calculadas en 1990. Los firmantes representan únicamente el 50% de las emisiones de CO2 y el protocolo finaliza en 2012. Sólo siete años de vida.

Nuevos compromisos
Por eso desde la Cumbre de Bali en 2007 vienen planteándose nuevos compromisos internacionales para superar la experiencia fallida de Kyoto, aunque hasta el momento los resultados hayan sido discretos. La cita clave para este acuerdo post-Kyoto será la Conferencia de Copenhague en diciembre de 2009, pero este G-8 ha demostrado que aunque Kyoto debe ser superado, las actitudes de los estados siguen siendo las de siempre.
EE.UU., el único país que no ratificó el protocolo y el mayor emisor del planeta, se oponía porque el tratado excluía a China e India, dos de las naciones que más han incrementado la emisión de gases contaminantes en los últimos años (...). Aunque EE.UU. sigue exigiendo que el nuevo acuerdo contemple a las potencias asiáticas (...).

Rusia y el cinismo
El cambio climático es malo para el planeta, pero rentable para algunas naciones como Rusia, uno de los países más contaminantes (...). El Kremlin no sólo se oponía por las pérdidas económicas que conllevaría, sino porque los modelos de cambio climático predicen que el clima se suavizará en la parte asiática del gigante ruso: la inmensa tundra de Siberia se convertirá en terrenos aptos para la agricultura en pocas décadas. Siempre hay intereses.
(...)
Potencias emergentes
Las denominadas economías emergentes (India, México, China, Brasil y Sudáfrica) mantienen posturas desiguales. Brasil, el mayor productor de biocombustibles del mundo, está comprometida con cualquier medida porque beneficiará a su nueva industria. China y la India, por el contrario, son enormemente dependientes de los combustibles fósiles en la industria y el consumo y no quieren firmar reducciones sustanciales de sus emisiones mientras sigan en desarrollo. Pese a todo, China ocupa el 91º puesto en la lista de emisiones per cápita e India el 133º (a datos de 2004).

El G-8 parece haberse puesto de acuerdo para afrontar con responsabilidad y de una vez por todas el mayor desafío del siglo XXI. Pero las fisuras entre los países no han tardado en aparecer y nada invita al optimismo sobre los resultados prácticos y tangibles de esta cumbre.

Tendremos que esperar a Copenhague
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